Pierde el miedo a que tus hijos jueguen solos

En contra de lo que se pueda pensar a priori, que los niños y niñas jueguen solos no es malo en absoluto. De hecho, hacerlo a partir de los dos años, les va a permitir divertirse y explorar diferentes formas de estar sin la presencia constante de un adulto.

El juego individual

El juego individual puede resultar beneficioso para la autoestima de los niños y niñas porque podrán equivocarse sin sentirse juzgados durante el desempeño del mismo. Su creatividad también se verá reforzada así como el juego simbólico porque, para buscar compañeros de juego, deberán dotar de vida a sus muñecos a los que acunarán y hablarán.

Además, mientras juegan solos, nuestros hijos pueden hacer o decir cosas que no harían delante de un adulto por el que podrían sentirse cohibidos o un poco avergonzados.

Los psicólogos infantiles coinciden en responder que “sí” a la pregunta de si los niños y niñas saben jugar solos pero el problema radica en que, los padres, confunden “jugar solos” con “estar solos”. Normalmente, se relaciona el hecho de jugar individualmente con que el niño lo haga solo en su habitación pero nada más lejos de la realidad. Se trata de que los padres e hijos estén juntos, cada cual realizando sus tareas y estando siempre disponibles cuando los pequeños reclamen su atención.

El papel de los padres

Los pequeños irán alcanzando poco a poco cotas de independencia y, los padres, deberán alternar momentos de participación en los juegos con otros de acompañamiento y vigilancia pero ya sin intervención de manera que el niño pueda experimentar la sensación de tomar sus propias decisiones. Es más que posible que luego quiera mostrar sus descubrimientos al “mundo adulto”.

Otra buena idea para fomentar la independencia de los pequeños es que sus cuidadores les propongan realizar un juego paralelo. Por ejemplo, mientras el niño o la niña construyen una torre, los adultos construyen la suya propia. Esto implica que los padres pueden mostrarle al pequeño los beneficios de jugar solo a través de la imitación y, así, los niños y niñas podrán sacar mayor rendimiento a sus juguetes.

A medio camino entre “jugar solos” y “jugar con los adultos” es que estos últimos involucren a los críos en sus actividades como si de un juego se tratase. Meter las prendas sucias en la lavadora, apilar periódicos o libros, etc. También es fácil improvisar una zona de juego en cualquier estancia de la casa. Una pequeña alfombra y una caja de juguetes es más que suficiente para proponerles a nuestros hijos que jueguen a nuestro lado mientras realizamos nuestras tareas. En ese momento es cuando habrá llegado la etapa más anhelada por los padres; esa en la que sus hijos saben  entretenerse solos con sus juguetes.

Pero la clave, como en casi todo en esta vida, radica en alcanzar el equilibrio. Equilibrio entre el juego en solitario y el juego compartido porque dejar que nuestros hijos jueguen siempre solos también les priva a los padres de participar en su mundo emocional.

 

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