La estimulación temprana: una oportunidad para los niños del siglo XXI

La cafetería del bilbaíno Hotel Indautxu es el escenario elegido por Esther Artola para reunirse conmigo y charlar sobre el tema que, hoy, abordaremos en el blog: la estimulación temprana.

Esther Artola, Coordinadora del Segundo Ciclo de Infantil del Colegio Pureza de María de Bilbao, lleva diez años poniendo en práctica el programa de estimulación temprana. El Colegio Montserrat de Barcelona es el referente del que beben otros centros educativos en lo que a “estimulación temprana” se refiere. Con treinta y pico largos años de experiencia profesional, Esther reconoce que estaba muy contenta con la metodología de enseñanza que aplicaban. “Siempre somos reacios a los cambios porque es más cómodo no salir de la zona de confort pero, tras estos diez años, debo reconocer que el cambio ha sido muy positivo”, admite Esther. En su opinión, los niños motivados son mucho más felices porque, al ser conscientes de la realidad en la que viven, van a cambiar, cada uno desde su edad, aquellos aspectos que no le gusten de ella.

Qué favorece la estimulación temprana

La estimulación temprana persigue desarrollar y potenciar las funciones del cerebro del bebé. No hay que confundir este término con el de “Atención Temprana” porque, en el primero de los casos, los niños no presentan necesariamente trastornos en su desarrollo. “La estimulación temprana es una forma de orientación del potencial y de las capacidades de los más pequeños”, explica Esther. Para ella, la estimulación temprana está intrínsecamente relacionada con dos palabras: “prevención” y “oportunidad”. “Prevención” porque la estimulación temprana permite prevenir posibles dificultades en aprendizajes posteriores y, “oportunidad”, porque les va a permitir a los niños y niñas rendir al máximo a la hora de desarrollar todas sus estrategias de pensamiento.

“Partimos de la certeza de que cada alumno es inteligente y de que, de las oportunidades que le ofrezcamos, va a depender que pueda desarrollar sus múltiples inteligencias”, comenta Esther a este respecto. Por ello, los adultos deben adaptarse a las inteligencias del niño o la niña presentándole las actividades adecuadas que fortalezcan su iniciativa, aprendizaje y autoestima.

Cuándo podemos estimular al bebé

“El bebé no nace siendo un lienzo en blanco sino que ya en el vientre de su madre ha recibido estímulos, tanto positivos como negativos”, dice Esther. De hecho, se debe comenzar con la estimulación temprana cuando la criatura aún no ha nacido. Los padres son las personas más adecuadas para ofrecer las actividades de estimulación que el bebé necesita. “La voz de la madre va a prevalecer, por ejemplo, sobre todo el ruido que se genera en una manifestación o por el que emiten numerosos coches tocando el claxon”, explica Esther. Por este motivo, los padres son las personas más significativas para el bebé y el ejercicio que deben hacer para favorecer dicha estimulación temprana es, sencillamente, estar con él. “Ponerle música durante el embarazo y tocarle, hablarle o cantarle una vez ha nacido favorece la estimulación sensorial”, comenta entusiasmada la profesora.

Qué juegos favorecen la estimulación

Si los padres optan por la estimulación temprana, deben ser conscientes de que tendrán que dedicarle un tiempo al día para favorecerla. A la pregunta de muchos padres sobre qué deberes ponerles a sus hijos durante el verano, Esther les responde tajante que no les compren los clásicos cuadernos de Rubio, sino que jueguen con ellos a las cartas, al parchís, al ajedrez…

También les aconseja que les proporcionen todo tipo de materiales manipulativos. “A los niños les encanta crear cosas con todas las piezas de las que disponen llegando a hacer auténticas virguerías”, dice la experta. Los clásicos coches de bomberos les resultan ya aburridos a los más pequeños porque, según Esther, una vez que ven su color y escuchan el sonido que emite su sirena, pierden su interés.

La edad

Como hemos comentado, cuanto antes comencemos con la estimulación temprana, mejor. “El tiempo para proporcionar a los niños y niñas los estímulos adecuados es muy corto y, el trabajo no realizado antes de los seis años, no podrá hacerse traspasada esta franja de edad”, apostilla Esther.

En qué se basa la estimulación temprana

Sobre todo, se basa en la repetición. Los docentes emplean los “bits de inteligencia” que, a menudo, están informatizados. “Son tarjetas de información fácilmente reconocibles para los pequeños y se caracterizan por tener mucho colorido y por su gran tamaño”, explica Esther. Esta información visual y auditiva se muestra de forma escueta y rápida tres veces al día. Esther comenta que tienen que pasar, al menos, dos horas y media de una muestra a otra por lo que, en su colegio, les enseñan las tarjetas de información al comenzar la mañana, después del recreo y a primera hora de la tarde.

Esta repetición sistemática y secuencial hará que los pequeños interioricen conceptos de lo más diversos. Esther cita un ejemplo esclarecedor a este respecto. “Al niño le va a motivar esa repetición de tal forma que será capaz de ir por la calle y, al ver un perro, no dirá “mira un guau guau”, si no que le llamará por su raza”.

Una estimulación temprana integral

La estimulación temprana debe ser tanto intelectual como emocional como física. Esther recalca lo importante que es que el niño o la niña conozca todas las posibilidades de su cuerpo. Para ello, en su colegio, disponen de un circuito destinado a favorecer la estimulación física temprana. Los niños y niñas lo realizan en un horario concreto y lo inician con el gateo y el arrastre, continúan con el salto, el equilibrio, realizan un esprint y, una vez que su cuerpo está ya entrenado, pasan a la escalera de braquiación. “Este entrenamiento va a favorecer un mayor desarrollo de los pulmones lo que implica la llegada de más oxígeno al cerebro”, explica Esther a este respecto.

Diez años después de su apuesta por la estimulación temprana, el Colegio Pureza de María de Bilbao se ha convertido en un referente en la materia. Esther comenta orgullosa que la mejor evaluación posible es la que hacen los padres que llegan a “asustarse” tanto con los avances de sus hijos que incluso dudan de si son “superdotados”. “Al preguntarles a sus hijos qué han hecho en clase, estos no saben qué responder porque han hecho tanto que no saben qué”, dice Esther. Los conocimientos adquiridos serán visibles en la vida diaria de estos niños y niñas.

 

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